Los carretilleros hacen parte de esa herencia cultural con la que hemos crecido en la ciudad de Cartagena. Aunque conversemos con ellos, les gastemos bromas, conozcamos sus horarios y rutinas, poco sabemos de su quehacer.
Muchos de ellos viven en Villanueva, municipo de Bolívar. Se levantan antes de que salga el sol, toman un bus y llegan a una bodega en los barrios aledaños al mercado donde guardan sus carretas. La conducen hasta la Plaza, compran el "plante" y empiezan a recorrer, con envidiable tezón las calles barrio por barrio.
Aguantan sol y lluvia , carros y motos, y amas de casa que diariamente intentan hacer rendir los pocos pesos del "diario". Terminan jornada cuando acaban de vender o ya es demasiado tarde. Regresen a la bodega, donde por $1000 pesos dejan guardada la carreta. Y de retorno al pueblo.
Algunos, como el amigo frutero llega a su casa diariamente cerca de las 12 de la noche, cena, se reposa y se acuesta "una que otra horita" a dormir. Al preguntarle por su familia, explica que su hija se levanta con él, "para que le de la cosita"... Y otra vez, sale, antes de que salga el sol a trabajar.
Las ramitas que exhibe entre sus frutas son "la Sal de La India", y dice, ya sabe Patrona "pa'la buena suerte". "Esas son cosas en la que uno cree".
Por eso, cuando este en un gran hipermercado pensando en comprar una hermosa fruta de importación, piénselo, y recuerde al carretillero del barrio.
Muchos de ellos viven en Villanueva, municipo de Bolívar. Se levantan antes de que salga el sol, toman un bus y llegan a una bodega en los barrios aledaños al mercado donde guardan sus carretas. La conducen hasta la Plaza, compran el "plante" y empiezan a recorrer, con envidiable tezón las calles barrio por barrio.
Aguantan sol y lluvia , carros y motos, y amas de casa que diariamente intentan hacer rendir los pocos pesos del "diario". Terminan jornada cuando acaban de vender o ya es demasiado tarde. Regresen a la bodega, donde por $1000 pesos dejan guardada la carreta. Y de retorno al pueblo.
Algunos, como el amigo frutero llega a su casa diariamente cerca de las 12 de la noche, cena, se reposa y se acuesta "una que otra horita" a dormir. Al preguntarle por su familia, explica que su hija se levanta con él, "para que le de la cosita"... Y otra vez, sale, antes de que salga el sol a trabajar.
Las ramitas que exhibe entre sus frutas son "la Sal de La India", y dice, ya sabe Patrona "pa'la buena suerte". "Esas son cosas en la que uno cree".
Por eso, cuando este en un gran hipermercado pensando en comprar una hermosa fruta de importación, piénselo, y recuerde al carretillero del barrio.
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