26 marzo 2019

ALGUNAS REPRESENTACIONES ICONICAS CRÍTICAS DE LA MUJER AFRO EN EL ARTE DEL CARIBE COLOMBIANO

Comencemos con esta reflexión ¿Cuántas veces la Corporación de Turismo de Cartagena, las agencias publicitarias, los diseñadores y artistas colombianos han usufructuado la imagen de la mujer afrocartagenera o palenquera tradicional?

Desde las artes plásticas y visuales puedo comentar que las artistas Ana Mercedes Hoyos (QEPD), Rosario Heins y Ruby Rumié han trabajado buena parte de su carrera con la iconografía de la mujer palenquera y/o mujer afrocartagenera, desde aquella apuesta estética más contemplativa, con el toque exotizante, tropicaloide, paternalista; y quizás puede que inconscientemente trabajado desde una mirada clasista y racista. Nos embelesamos con la maestría que profesan en el tratamiento de la pincelada realista con toda la gama de colores vibrantes, primarios y secundarios contrastados con ese tono de piel que se vuelve algunas veces en el soporte de la composición a través del color. También podemos observar fotografías de alta resolución de ellas como vendedoras de pescado, frutas o dulces de quienes las artistas profesan alta admiración y empatía, pero con la característica de la objetualización del sujeto, al extraviarse en la resolución formal y conceptual por falta de investigación en creación. Este tipo de obras se vuelve bocato di cardinale para la oferta y demanda.  Las obras de las artistas mencionadas han alcanzado niveles de ventas internacionales considerables. Así, el usufructo se consolida y para nada es equiparable con el bienestar económico que puedan hacerles llegar a sus musas locales o a sus familias, pues las simples dádivas, donaciones o pago por dejarse retratar hacen parte del Business are bussiness y lo saben muy bien sus managers-galeristas.
 
Recuerdo en una clase de Teoría del Arte de primer semestre, hace aproximadamente un lustro, cuando convoqué a la reflexión estética desde el aspecto etnográfico de representación visual a través de un intento comparativo crítico entre dos posturas; una, desde la representación de las mujeres afros por parte de artistas como las mencionadas anteriormente, y la otra, desde obras puntuales que contradicen a las anteriores, por ejemplo: Hena Rodríguez, Edgar Garcés, Martha Amorocho y Liliana Angulo.

La clase fue muy provechosa porque pudimos comprobar que el problema se traslada a la falta de investigación sobre la identidad, meterse de lleno en los contextos, habitándolos, que no es lo mismo que visitarlos, a veces simplemente se comienza una obra etnográfica con sólo la admiración que se profesa del sujeto-musa que luego vuelven en objetos contemplativos y por ende productos artísticos comerciales. La tarea para los primíparos estudiantes fue entender antes que nada las situaciones de vida de cualquier sujeto y sus contextos (personal, familiar, social, económico, cultural y/o político) para luego traducirlo todo a una propuesta estética en lo posible evitando el carácter contemplativo y llevándonos a lo reflexivo y crítico. En este orden de ideas, comparamos obras como:

- “Cabeza de negra” 1945 de Hena Rodríguez con “Milagros” (de la serie Génesis) 2013 de Ana Mercedes Hoyos. Si hablamos de tratamiento de superficie, en Hoyos la artificialidad del bronce extremadamente pulido y patinado pretende, intencionadamente, alcanzar el tono negro, muy negro comparándolo con lo raizal original palenquero. Observamos que sólo interesa a la artista lo superficial, lo comprobamos al observar los rasgos etnográficos, quedan en un segundo plano, me atrevo a decir casi caricaturizados, lo mismo que el tocado blanco impuesto como punto de alto contraste. La serie “Génesis”, cabezas de negras con cuellos largos aparecen expuestas en el suelo sin pedestal de la galería que la comercializa en Bogotá, a una altura de 1,30 m. La mirada que hacen los espectadores la hacen desde arriba, ratificando el posible clasismo y opresión. El problema radica entonces en la construcción del signo. 


Por el contrario, La “Cabeza de Negra” de Hena Rodríguez es realizada en talla en madera, en una época en la que el arte se interesó por el nacionalismo, lo propio, lo autóctono, en contraste con el período “moderno y abstracto” (Nos estábamos alejando de las vanguardias artísticas europeizantes del siglo XX y los críticos e historiadores se pusieron en la tarea niveladora). La obra de Hena no es contemplativa, pues desde la mirada de esta personificación, congelada en el tiempo, nos atrapa en un mundo de incertidumbres, toda esa preocupación y tensión de su rostro con rasgos étnicos característicos, nos habla de algún suceso que desconocemos desde lo individual y nos traslada al problema de las minorías étnicas en este país, racista, clasista y excluyente. Reconocemos la identidad de una mujer preocupada por su porvenir, una realidad subyacente de toda una comunidad que sigue estando presente. Recordemos que Hena fue una de las fundadoras del Grupo Bachué, con alta influencia nacionalista, liberal y feminista desde su obra en las décadas de los 40s y 50s del siglo pasado.

- En 2013 tuve la oportunidad de escribir un texto para una revista indexada, en donde comparé dos obras “
Palenquera con vestido” (2001) de la artista barranquillera, Rosario Heins y “Nadia” (2005) de la artista cartagenera Martha Amorocho:
 “En ambas obras, la imagen retratada corresponde a mujeres afrocaribes. En la primera, se trata de una vendedora de frutas de la playa de Bocagrande proveniente de San Basilio de Palenque, más conocida como palenquera; la mujer no tiene identidad, no podemos determinar su nombre y se intenta resaltar lo objetual sobre lo que debería ser importante, el sujeto-mujer. La artista le da más importancia al traje y las frutas, destacadas por el colorido en tanto tratamiento pictórico frente al dibujo casi esquemático de la piel y la expresión de su rostro: en la obra la mujer afrocaribe sigue estando sin voz y permanece en su ancestral condición sociolaboral. En cambio, en “Nadia” la artista pretende denunciar o dialogar sobre la condición afro; Nadia es real, existe con ese nombre, es una mujer con altos estudios en el extranjero, pero por su condición étnica puede que haya sido víctima de racismo en su ciudad; esto se palpa en las espinas que salen de su piel.” [1]
“Nadia” tiene nombre real, es la retratada, existe como mujer afro en la fotografía de Martha Amorocho. Es su amiga cartagenera y ha conversado con ella, sabe que le ha tocado vencer todos los obstáculos para salir adelante y así ser la profesional exitosa que es ahora. Sin embargo, los estigmas subsisten, se comprueban esas espinas en su torso desnudo y algunas marcas en su rostro. Buena parte del retrato fotográfico, diseñado de perfil lo ocupa su pelo afro convertido en una especie de halo negro que en vez de opacarla la libera.
- La tercera comparación la hago entre la serie fotográfica "Tejiendo Calle" 2016 de Ruby Rumié y la obra también fotográfica "Retrato de Lucy Rengifo" (2017) de la artista afrodescendiente, Liliana Angulo.
Vengo observando las últimas obras sociales de Rumié y siempre llego a la misma conclusión, la artista se sincera en ellas. Ante la falta de una investigación social aplicada a la creación artística, la artista alude a los antecedentes personales, al pertenecer a la rancia sociedad elitista cartagenera, reconoce ser criada por una nana negra o el pertenecer a una de las familias con más ambición de poder político y económico de la ciudad. Pienso en el remordimiento de la artista hoy por hoy, ya que debió enterarse de los negocios fraudulentos de los terrenos de Chambacú en la administración política de su exesposo o el aprovechamiento ilegal de terrenos ancestrales afro en La Boquilla, pueblo de pescadores, por parte de las corporaciones de la poderosa familia. Ruby piensa posiblemente en expiar ese karma familiar con una obra que ella llama feminista, sensible y condescendiente con las mujeres afro en riesgo sociolaboral, pero no lo logra: “Quería trabajar con mujeres mayores y la fortuna me puso en frente a Dominga, una mujer que por más de 45 años ha caminado las calles vendiendo pescado. Luego de nuestra conversación le propuse fotografiarla y me sorprendió su belleza natural”.[2] Si de estética de lo bello se tratara, valga la aclaración que si lo logró pues debemos destacar que su obra alcanza los niveles de perfección técnica, formatos adecuados y fina puesta en escena.
Un recorrido visual por la exposición de Ruby Rumié en la Galería NH en este linkhttp://www.nhgaleria.com/ruby-rumie-tejiendo-calleTodas las obras mantienen su copyrigth. Se muestran con carácter académico.

 Lo que critico es el trasfondo y el objetivo final. Nohra Haime, de la misma familia del megaproyecto urbanístico en Tierrabaja “Serena del Mar” es la propietaria de La Galeria NH-Cartagena, actualmente santuario de la obra de Rumié y donde se inauguró “Tejiendo Calle”, la gran serie de retratos de 50 mujeres negras, vendedoras de pescado cartageneras y palenqueras de toda la vida. La artista las invita a que posen ante la cámara, con trajes blancos impolutos[3], todo está planificado como industria cultural, se comercializan los numerosos retratos, las historias impresas en papel fino y empaques aterciopelados ¿Qué se vende? No sólo la objetualización de estas mujeres, la “belleza afro” exotizada, sino los acontecimientos que sucedieron en el gran set de producción. No contenta con el maquillaje de contemporaneidad, la artista se inventa una acción sui generis, un pedicure colectivo con lavada redentora de pies arrugados y cansados que por supuesto no es realizado por la artista. 
Las fotografías de la obra “Tejiendo Calle” de Ruby Rumié mantienen su copyrigth fueron retomadas con carácter académico de este link https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/ruby-rumie-la-dignificacion-de-la-palenquera-en-el-arte-en-su-obra-tejiendo-calle-316662


La supuesta expiación de culpas de Ruby Rumié se contrasta con la obra de la artista afrodescendiente Liliana Angulo “Retrato de Lucy Rengifo” de 2017 retrotrayendo del pasado el “retrato de una negra” de Henry Price de 1852, esta acuarela inusual nos pone en presencia de una mujer afrodescendiente con ropaje y prendas lujosas, extrañas a su condicionamiento social, pero que sucede en la misma época de la abolición oficial de la esclavitud en Colombia. Liliana recrea con una foto contemporánea, la misma postura, el mismo ropaje impoluto, el mismo peinado, las mismas prendas, pero esta vez la retratada tiene nombre y apellido, se trata de Lucy Rengifo, una politóloga medellinense. La deconstrucción de todo ese imaginario racista y excluyente de los relatos históricos está presente en su obra. Como dice la investigadora Sol Astrid Giraldo Escobar:
“El trabajo de Liliana Angulo precisamente se plantea como una feroz iconoclasia que cuestiona esta tiránica paleta de color al mezclarla, ironizarla y transgredirla, para finalmente lograr, gracias a tácticas deconstructivas, plantear simbólicamente un color nuevo: el afro. Este se sale de aquellas rígidas y estigmatizantes oposiciones de lo negro frente a lo blanco, y de lo azul frente a lo rosa, en unos estrechos pares mínimos, cuya dicotomía no funciona más en la contemporaneidad. Los retratos en afro de Angulo buscan precisamente problematizar la articulación aceptada entre lo negro y lo femenino, al cuestionar las jerarquías existentes, exponer los términos que se han suprimido, interrogar el estatus supuestamente natural de los aparentes pares dicotómicos y visibilizar su interdependencia e inestabilidad interna como sólo puede hacerlo un análisis deconstructivo”[4]



- En 2015 expusimos la obra “ Vestiere: La Changaina Ri Palenge” del Colectivo de arte Roztro conformado por Kairen Gutiérrez, Rafael Escallón y Nelson Fory, una video instalación, recreando un vestier, con un traje tradicional colorido colgado en una percha, un espejo y un video a dos canales en donde una mujer palenquera se cuestiona así misma, debate con su comunidad y delante de sus compañeros de oficina sobre el uso o no uso de la prenda de vestir tradicional folklórica, invitan a los espectadores a que la usen y se miren al espejo.[5]

- El artista fotógrafo cartagenero Edgar Garcés donó a CAVCA (Comunidad de Artistas Visuales de Cartagena y Bolívar) dos obras de su serie “In Fábula. Estados mentales atávicos”, una de ellas titulada “Palenkera ataviada con propuesta de indumentaria para después del Armagedón.” (2014) nos muestra a una palenquera resucitada después de la debacle del fin del mundo, con su ponchera en la cabeza, pero con gafas oscuras y una bolsa negra encima de su vestuario. Imagen potente que nos muestra la capacidad de resiliencia de la mujer palenquera.


El arte contemplativo propende a que la sociedad no evolucione, que el Status Quo se mantenga y la economía del mercado sea la que mande la parada. Si por alguna razón le interesa el arte de las minorías, tenga en cuenta los siguientes aspectos ¿Desde qué postura de privilegio o status social lo aborda? ¿la temática específica es propia o ajena? ¿Puede determinar claramente los significados de la estética afro desde lo plástico, visual, multimedial o performático o por el contrario le resulta confuso, oportunista, manipulado o retorcido? Si Ud. Como simple espectador/a siente que está observando una obra con esta temática desde una plataforma privilegiada, lo mejor es que cuestione la propuesta artística y levante todas las sospechas ante un posible caso de elitismo, clasismo, discriminación, racismo, etc. Ahora los invito a volver mirar las obras comentadas, saquen sus conclusiones.

P.D Cartagena debe despertar de esta imposición de símbolos e interpretaciones provenientes de las clases privilegiadas. Se necesitan más discursos críticos desde lo visual. Una lección también para los artistas plásticos que laboran por encargos, realizando propuestas miméticas de estas vendedoras ancestrales, simplemente porque el mercado les ordena y el estómago grita. Por eso estoy de acuerdo con el canón económico como acto de resistencia de las palenqueras que laboran en el Centro Histórico al cobrar cada foto turística, ojalá cada representación visual, cada diseño de pieza gráfica o publicitaria, cada imagen institucional, pienso en una especie de impuesto al derecho patrimonial por usufructo de su imagen, rubros dirigidos a las comunidades para patrocinar proyectos sociales. En estos tiempos aciagos donde los abusos represivos policivos rompen cualquier normativa de uso del espacio público, impidiendo incluso el trabajo a esta comunidad afrocartagenera, debemos tomar postura contundente: #LasPalenquerasSeRespetan #ElPatrimonioVivoSeRespeta


Alexa Cuesta Flórez
Artista Plástica, docente y activista cultural
laflorcuesta@gmail.com





[1] CUESTA, A. Mujeres artistas del Caribe colombiano bajo la perspectiva de género... O ¿fuera de ella? Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica • No. 18 • Julio-Diciembre 2013 Barranquilla p 45
[2] Carreño, Lucety  <<“Tejiendo calle”: un homenaje a ellas>>
[3] El mismo vestuario de la época colonial de mujeres esclavizadas (ahora las contratan con esos mismos trajes para que lancen pétales de rosas o dancen en la puerta de las iglesias en las bodas de élite, hacen parte de un paquete de eventos promocionados por empresarios locales y nacionales) N de A
[4] Giraldo, Sol Astrid Retrato en Blanco y Negro: Liliana Angulo. Mincultura. Colección Artistas Colombianos 2014 p22-23

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