Continuamos con pequeñas notas, lo más cortas posibles, que extraemos de lecturas sobre la historia de la ciudad, por la pertinencia del momento y por lo poco que conocemos nuestra historia. Mas que pretender enseñar historia, queremos despertar la curiosidad y la avidez por descubrirnos.
El siguiente texto es de "Historias y Leyendas de Cartagena", Arcos. Tomo I, pág.157 Ed. Talleres Mogollón, 1947
Más que un relato histórico, parece una novela. Los hechos en que enmarca la vida de Cartagena, la situación política, Los pasquines y las detenciones en el Fuerte de Bocachica son comprobables... Lo demás le toca al lector consultar o imaginar.
Chapetones y criollos.
La situación de los habitantes de la provincia de Cartagena en 1808 era, por lo demás, insostenible. El gobernador Montes, de suyo codicioso, inconsecuente, brutal y torpe, hacía sentir cada vez más sobre los pueblos sometidos a su mando, el yugo de una omnipotente voluntad. Y los pueblos ávidos de sacudir el formidable peso que sobre sus hombres gravitaba, demostraba su virilidad con hechos que, en diferentes ocasiones pusieron en peligro la soberanía española.
De donde resulto que entre chapetones y criollos germinó el odio, y unos y otros se provocaban a diario con palabras que terminaban en verdaderas batallas de pedriscos y palos, saliendo de ellas no poco mal heridos y muerto alguna que otra vez. Pero lo que exaltó verdaderamente el ánimo de los cartagineses fue el haber aparecido fijados en la mañana del 11 de diciembre de 1808, ciertos impresos en varios puntos de la ciudad, llenos de patriótico entusiasmo.
Decimos mal cuando expresamos la idea de haber sido impresos, porque si realmente aparecían en letras de molde, ella era debido a que el autor, con paciencia digna de un benedictino, las recortó de impresos que acopio, y las pegó una a una, sobre el papel de imprenta. (El autor hace una nota señalando que estos pasquines se conservaban en la Biblioteca Nacional, recordemos que fue escrito en 1913, no sabemos si dicha biblioteca coincide con la actual Biblioteca Bartolomé Calvo o con los archivos del Museo Histórico).
El público leyó con avidez los escritos contra el gobierno y los comentó de acuerdo a las circunstancias difíciles por las que atravesaba entonces la Provincia. Los chapetones dieron mueras a los criollos y estos contestaron en términos violentos contra los españoles. Montes rabió de cólera, sus esbirros se pusieron en movimiento y se ofreció pagar a quien denunciara el autor de tales escritos subversivos.
Dolores Sossa, de pasiones violentas, porque su amante Joaquín de Urbina, entonces Comandante del Real Cuerpo de Ingenieros, estaba próximo a casarse con una señorita de mejor condición social que ella, se llenó de celos y lo denunció como autor de los pasquines. Preso e de Urbina, se le siguió causa criminal, y como al cabo resultaron ciertos los hechos que se le imputaban, fue condenado a sufrir prisión en el Castillo de San Fernando de Bocachica.
No era Urbina persona vulgar. Había nutrido su espíritu con la lectura de buenos autores que conocía al dedillo. Esta sabiduría le granjeó las simpatías del oficial que mandaba en la guarnición del Castillo, persona, de nobles sentimientos, quien apartado del camino de las persecuciones, ordenó, se le quitasen las cadenas y se le dejase en plena libertad dentro de la fortaleza. A principios de 1810 el oficial le suplicó la asistencia de un enfermo grave que acababa de llegar al castillo. Urbina aceptó complacido, y desde ese instante constituyóse en el enfermero del preso. Luchó esforzadamente por la salvación de la vida de su hermano en desgracias, hasta que tuvo la dicha de verlo fuera de peligro de la muerte. El preso parecía ser un desheredado de la fortuna, y Urbina, aunque pobre, sintió por él tal cariño que le ofreció parte del pan con que desde la ciudad se le socorriera. Hizo más, suplicó al oficial español la plena libertad de su compañero, comprometiendo por él hasta su cabeza si era necesario. El oficial, que tenía ordenes reservadas de montes para que lo tratase con atenciones, accedió a la petición, y desde ese momento Urbina y el preso no se separaron más. Cierta tarde, el preso incógnito, después de haber escuchado largamente un discurso de Urbina sobre los derechos y libertades del hombre, y algunas apreciaciones referentes a la majestad de la venganza- pues hay que tener en cuenta que el corazón de nuestro noble poeta manaba el recuerdo de la traición- aquél le pregunto a éste:
- ¿Quién es usted? ¿Por qué está preso usted?
- Soy- Replicó Urbina-nieto de Cicerón y estoy aquí porque trabajo por la libertad de mis hermanos. El preso lo miró con atención profunda y luego añadió en voz baja: - Entonces está usted aquí por patriota.
- Sí, ¿Y usted? - Yo, si no existiese Camilo Torres, diría que desciendo de Catón de Utica... soy el traductor de diez y siete artículos que constituyen el credo de los DERECHOS DEL HOMBRE, y los hombres me han aherrojado porque he defendido sus derechos. Urbina palideció y cayó a sus pies lleno de profundo recogimiento:
- Maestro,-dijo- soy demasiado torpe porque no he reconocido en usted el Gran Nariño... ¿Qué debo hacer?
- Confiar y esperar, pero no aborrecer, ni aún a los que nos persiguen.
El poeta inclinó la frente y balbuceó una oración. Desde aquel momento Nariño y Urbina se abrazaron estrechamente, y cual modernos Pílades y Orestes, se juraron eterna amistad.
Mañana les compartiremos la parte II
Para conocer más sobre Nariño : Biografía del general Antonio Nariño Autor: Acosta de Samper, Soledad, 1910,
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/bigan/indice.htm en el link izquierdo: Tercera y Cuarta prisión de Nariño- 1809
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