19 noviembre 2011

Recordando a Zapata Olivella, el vagabundo

"Dice mi madre que cuando yo nací, lo primero que ví no fue la luz, sino el agua"
 Manuel Zapata Olivella
Por Jazmín Piedrahita
7 años de olvido
Hoy 19 de noviembre, hace 7 años que Manuel Zapata Olivella fallece.  Mas que decir que son muchos años sin un genio, es afirmar que son 7 años olvidando y desconociendo el aporte que este valeroso hombre hizo al folclor, a la etnografía y a la literatura del país.


Manuel fue el primer mochilero (o hippie) que tuvo América... Según sus mismas palabras, él era un vagabundo. En 1943 recorrió las costas colombianas hacia Centroamérica, buscando conocer las costumbre étnicas de nuestros pueblos. Fue gestor cultural junto a su hermana Delia, quizás de los primeros; desde 1950 llevó a  Bogotá los ritmos y danzas de las costas pacífica y caribe colombiana exponiendo por primera vez el folclor en los grandes escenarios capitalinos.


Fue un intelectual afrocolombiano, activista comprometido con la defensa de la población afrodescendiente. Investigador incansable del folclor, la etnomúsicología, la mitología, la historia, la danza. Se sentía representante de la trietnicidad, con conciencia de las tres sangres que teníamos: la africana, la de España multi-étinca y la de los aborigenes arawacs, chibchas y caribes.


Manuel zapata exaltaba los valores culturales de nuestro pueblo con todas las dimensiones que el arte podría ofrecer.  Fue un escritor infatigable, con un legado de más de 50 obras. 
Su libro "Changó el gran putas" es reconocido internacionalmente como "el Quijote de los negros" , aunque no sea un texto de amplia difusión y conocimiento ni en el país, ni en Cartagena. 

Murió de cáncer, muy fatigado después múltiples operaciones y dolencias, sin subsidios ni apoyo del Estado, sin solvencia para llevar una vida digna.
Y el país, y cartagena incluída, siguen en deuda con su él.  Manuel Zapata Olivella debe ser recordado como un personaje inmortal.

Mi duelo
Puedo recordar el día en que "Chambacú, corral de negros" llegó a mis manos, y la avidez y el impacto con que fui descubriendo la historia no contada del pueblo negro en Cartagena, pues a pesar de recibir mi formación académica en esta ciudad, jamás los libros me contaron de nuevas opresiones y nuevas luchas de los afrodescendientes. Hasta ese momento Chambacú, para mí, solo era un zona deshabitada de los "extramuros", llena de manglares y peligros. Tenía tantas contradicciones internas, que unos años después en un conversatorio que ofreció, me acerqué a preguntarle si la historia contada era verídica o ficción.  Recuerdo sus cabellos blancos, su espalda encorvada, su dificultad para caminar... parecía más un personaje mítico que una realidad.

Y en una ocasión descubrí por casualidad, en una biblioteca de Medellín (tristemente, acá no se consigue), un ejemplar de Changó el Gran Putas. Tomé días para digerirlo, pues entre tantos poemas, dioses y palabras nuevas, estaba construyendo un nuevo universo y descubriendo la historia negra en América.

A través de Changó conocí, valoré, sufrí la diáspora africana.  Me encontré con héroes borrados de la historia como Benkos Bioho y admiré el inmenso talento, de un hombre que dedicó su vida a materializar desde diversas facetas, la identidad, la multiculturalidad y la diversidad étnica de la humanidad.

Un día leí en un aviso fúnebre, colocado en piso de la Plaza de la Proclamación que Manuel Zapata había muerto. Me senté y lloré. Pensé en el silencio de esta ciudad ante un hecho tan trascendente... y me indigné.

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